Experiencia, Masa y Técnica
Benjamin acepta que la utilización en la sociedad de masas y tecnológicamente desarrollada de categorías estéticas surgidas en la sociedad pre-capitalista es políticamente peligrosa y estéticamente nefasta. Síntoma éste, de la ruptura en la estructura perceptiva de la experiencia estética que pretendemos argumentar. Pero, ¿a qué es eso debido? En su texto “Experiencia y pobreza” Benjamin critica una trasmisión concreta de experiencia basándose en la conocida historia del anciano en su lecho de muerte. Se critica desde una transmisión que ya no es útil en la actual sociedad de la masa. Para entender esa crítica, podemos utilizar el concepto de “experiencia vivida” que Benjamin presenta en “Sobre algunos temas en Baudelaire” en relación con el concepto freudiano de shock. Ciertamente la masa ha tenido que proteger su conciencia contra el continuo flujo de shocks que su entorno le propina; endureciendo en cierto modo esa conciencia. Por esta vía podemos entender la inutilidad de los antiguos mecanismos estéticos de análisis, los cuales ya no pueden dar cuenta del proceso real de elaboración y transmisión del contenido estético. Pero la masa no ha sido el único ingrediente que ha colaborado en este proceso, en URTEXT Benjamin analiza especialmente la irrupción de la técnica en dicho proceso; especialmente su uso en la reproductibilidad de las obras de arte. Mateu Cabot en su ensayo “Sobre los medios técnicos y la renovación de tradiciones. Walter Benjamin y el concepto de experiencia pensado desde la estética”1, lo resume de la siguiente forma: “Lo que en verdad se recuerda en esta línea es que en arte al hablar de técnica estamos hablando, realmente, de la dialéctica entre voluntad expresiva y posibilidad técnica expresiva, y no de algo meramente externo al arte, como un instrumento que, como en la concepción adámica del lenguaje, deje intacto y sea posterior al hecho estético”. La técnica entonces no se puede entender como un mero atril que el arte utiliza en pos de su despliegue, sino que ésta consigue modificar al arte mismo. Aquí Benjamin introduce una distinción clave para analizar esta problemática. Estamos hablando de la diferencia entre valor de culto y valor de exhibición. La endurecida conciencia de la masa contra los shocks, dificulta en suma manera una apropiación experiencial del valor cultual de la obra. En el capítulo V del URTEXT, “Ritual y Política”, Benjamin sentencia: “El valor único e insustituible de la obra de arte auténtica tiene siempre su fundamento en el ritual” y en la edición tercera de 1937-38 añade: “en el que tuvo su valor de uso originario y primero”. En mi opinión éste es el punto que se rompe con la reproductibilidad técnica mediante la fotografía, y el que hace mutar nuestra experiencia estética de la obra. En el mismo capítulo se dice: “por primera vez en la historia del mundo la reproductibilidad técnica de la obra de arte libera a ésta de su existencia parasitaria dentro del ritual”. Con la fotografía se anula la ocultación de la obra que casi se exige para el valor ritual de la misma. La obra es mucho mas accesible ahora para la masa; cómicamente podríamos aceptar que hoy día es la obra de arte quien emprende un peregrinaje hacia nosotros, entregándosenos dócilmente en nuestros mismos portales.
Con estas tesis podemos afirmar la mutación de la experiencia estética y la tradición a ella vinculada desde la aparición de la fotografía como arte de masas. El valor de exhibición ha sido aquí quien a cambiado el aquí y el ahora de la obra de arte. Un aquí y un ahora que han dejado en cierto modo de ser particulares para pasar a ser totalmente plurales. En clase surgió el calificativo de “católica” para la fotografía. Etimológicamente me parece un calificativo muy acertado. Arte para todos, arte para la masa; quién en su endurecimiento de la conciencia para evitar los shocks, no estaba quizás preparada para la experiencia cultual de la obra en su plena totalidad, pero si parece dispuesta a su consumo masivo desde su vertiente exhibicionista. Sin embargo, Benjamin fue muy sensible al prever ciertos puntos oscuros que ese valor de exhibición secularizante ha introducido en la obra gracias a la técnica. Con el valor de exhibición y al desinhibirse de su valor ritual, la obra de arte se ha desprendido del mito. Podría considerarse que en valor cultual de la obra, ésta domina míticamente al hombre; por el contrario, con la degradación de dicho valor, el hombre es quien ha pasado a dominar políticamente al mito. Las relaciones de dominio que ya en la Ilustración pretendían borrarse, se han polarizado en otra nueva dirección.
Existe de hecho una dirección paralela entre las consecuencias que he desplegado la fotografía y las que introdujo en las relaciones de poder las democracias capitalistas de la misma época. Nos referimos a la relación de dominio que suprime al amo. De ahí el calificativo benjaminiano de reaccionario hacia el fascismo. La conclusión que Benjamin extrae de la ruptura que la irrupción de la fotografía supone para el arte es que al eliminar el carácter cultual supeditado al uso ritual de la obra, elimina la teológico del arte; pero éste no desaparece sin más, reaparece en la política. Con la categoría de “estetización de la política” Benjamin denuncia en el fascismo el aprovechamiento de la desvirtuación mítica del arte. Esto se da por la cristalización de lo sublime estéticamente en la relación de dominio político mediante la guerra. Adorno y Horkheimer ya habían criticado en “Dialéctica de la Ilustración” como ese huir del mito mediante la razón tan sólo llevaba nuevamente a caer en el mito. El movimiento que en URTEXT se dibuja sigue los mismos pasos. La ausencia de dominio que la fotografía aporta al arte, sirve al fascismo para apoderarse de la experiencia estética de lo sublime bajo su estetización política. Se puede bajo estas categorías dibujar un recorrido de fuga para el mito que tuviera los siguientes puertos: Religión – Arte – Política, con la utilización por parte del fascismo del símbolo como faro incandescente que sirva de guía. Ese uso del símbolo como motivo de experiencia estética de lo sublime, tiene mucho que ver tanto con el dominio bélico como con el deleite gozoso del terror en el arte moderno.
El sublime goce estético del dominio bélico. En eso se ha transfigurado el aura de la obra de arte según las tesis que Benjamin expone en su URTEXT. Ahí reside el valor sublime que la política pretende presentar. Y también ahí reside la brutal ruptura de nuestra experiencia con relación a la obra de arte y con relación también a nuestra sociedad actual. La total incapacidad de las categorías antiguas para dar cuenta de los reales procesos que suceden hoy día, de la misma manera que nuestra tradición es ciega, sorda, y muda a los cambios que nuestra experiencia, como estructuras cognitivas y pragmáticas eficaces para la supervivencia transmitidas desde el nacimiento, ha puesto sobre la mesa. Esos cambios son los que nos ponen en la senda de un arte y una experiencia contemporáneas para los cuales no hay hoy día una base teórica lo suficientemente estable y sólida como para dar cuenta de ello. Los conceptos que Walter Benjamin expone nos sirven para entrever e intentar comprender esa relación plástica entre experiencia y medios perceptivos que los nuevos medios de reproducción técnica han destapado; de la misma manera que nos sirven para poder argumentar una estrecha relación entre fuerza moderna como guerra, y arte contemporáneo entendido en sus dos versiones actuales, como arte hegemónico en la institución Arte y como bien de consumo en el arte para las masas. La fotografía, desde Atget tal y como argumenta Benjamin, nos sirve para trazar (sobre todo desde 1914) una frontera entre esos dos momentos históricos separados por la ruptura; una frontera a partir de la cual los antiguos mecanismos de análisis estético sirven mejor para explicar los desarrollos bélicos de la política que las nuevas creaciones artísticas.
El punto interesante a desarrollar a partir de estas conclusiones es quizás analizar hasta que punto nuestra política actual teje sus propuestas desde la misma estetización política que criticaba Benjamin; buscando en ello aquella experiencia de lo sublime que el arte dejó huérfana de padres y la política adopto como propia desde mitad del siglo pasado. Estoy pensado en ello y vienen a mi cabeza no sólo imágenes del pasado siglo, sino también de este nuestro siglo XXI tales como las guerras contra el imperio del terror de G. Bush, o la ceremonia de victoria del partido demócrata en el Grant Park de Chicago con la masa aclamando al primer presidente negro de Estados Unidos. Si bien Obama y Bush parecen representar las dos caras opuestas de una moneda, mucho hay en ambos de esa experiencia de lo sublime que la política acogió como leitmotiv de su causa desde el despliegue estético del nazismo. Irónicamente podríamos decir que Hitler inventó ese modo de hacer política y los americanos lo perfeccionaron. Presentar a Obama como mito, ya sea de lo político o de lo democrático, es caer una y otra vez en la espiral de la estetización política que se ha pretendido mostrar. Paul de Man dejó clara esa relación tan especial que une la estética y la política, y en el ámbito de la democracia, Derrida muestra en su “Canallas” como ésta siempre estará por venir en el giro de la rueda. Es por definición la democracia una no-cristalización continua, donde tiene cabida hasta su propio proceso de destrucción; por ello el mito no puede mostrarse en ella de manera definitiva como aparición política, y sólo es pensable en política desde sus formas totalitarias. Forma por otra parte deseada por el liberalismo democrático al que aspira occidente con su negación de diálogo ante posturas fundamentalistas, con lo que podríamos denominar su causa casi de imperialismo democrático. Definición totalmente contraria a la dada por Derrida en su obra citada.
La reflexión estética que aquí se ha llevado a cabo nos ha conducido a tener que pensar muy seriamente sobre nuestra política actual. Hecho no tan peculiar si pensamos en la naturaleza de las reflexiones del autor central de nuestro análisis, Walter Benjamin. Un final del camino acorde, en mi opinión, al inicio que Benjamin planteó en su URTEXT al situar como punto álgido de su estudio estético un momento materialista como es la reflexión sobre los nuevos medios de reproducción técnica y la aparición del valor de exhibición como medio de comunicación central en nuestros días entre arte y masa.
1– VV.AA. “Ruptura de la tradición. Ensayos sobre Walter Benjamin y Martin Heidegger”; de. Trotta; Madrid, 2008.
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